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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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09-06-2015

 

 

Las amenazas de María

 

 

SURda

Notas

Claudio Paolillo

 

Lucía Topolansky se mece en la hamaca paraguaya amarrada a dos árboles en la chacra de Rincón del Cerro. A su lado, sentada sobre un taburete, María, su hermana melliza, escucha cómo Lucía habla parsimoniosamente con una periodista alemana sobre los rigores de las guerras. “Siempre que hay una situación de guerra hay muertos. Eso es una ley de la historia. Y de los dos lados. Nosotros la precaución que tomábamos era que no hubiera muertos civiles”, dice Lucía. Entonces, interviene María para explicar cómo los tupamaros ejecutaban a las personas. “La dinámica de la lucha llevó a que hubiera algunos enfrentamientos y que hubiera algunas muertes decididas. O sea, ejecuciones; así les llamábamos nosotros” dice con voz suave y calma. María explica el detalle: “En el caso de las ejecuciones, hicimos un estudio pormenorizado de la persona y de las razones por las cuales debía ser ejecutada”. Y Lucía ilustra, siempre meciéndose en la hamaca paraguaya, con el ejemplo del policía estadounidense Dan Mitrione, secuestrado y asesinado por los tupamaros en agosto de 1970. “Era un agente del imperialismo que había estado enseñando en Panamá, en Brasil y había venido al Uruguay a enseñar técnicas de tortura. Era un personaje claro, ¿no? Estaba claro que él era dañino para la población del Uruguay (…). Él mismo, cuando estaba secuestrado, antes de morir, tenía claro por qué iba a morir”, dice Lucía mientras una brisa provoca un leve movimiento en las hojas de los árboles cercanos.

Es 1996. Ya van once años de democracia. La televisión alemana ha difundido un documental sobre los tupamaros donde Lucía y María reivindican sin el menor atisbo de arrepentimiento todo lo que hicieron durante la época en que eran guerrilleras.
Casi 20 años más tarde, cuando Lucía lleva su segunda temporada como senadora de la República y apenas tres meses después de que su esposo José Mujica hubiera abandonado la Presidencia del Uruguay, las cosas han cambiado.

Mujica y el ministro de Defensa Nacional, el también tupamaro Eleuterio Fernández Huidobro, recibieron en forma pública una velada amenaza de muerte de parte de María. Es que María los considera “traidores” por haber firmado el 26 de febrero pasado —dos días antes de que concluyera la gestión presidencial de Mujica— una resolución destinada a fundir las armas de militares y tupamaros para construir un monumento que permita “superar el sentimiento” que llevó a los movimientos subversivos y a las Fuerzas Armadas a un enfrentamiento a muerte en las décadas de 1960 y 1970.
El 24 de mayo, después de conocer la noticia sobre la proyectada escultura, María, que vive en Paysandú, hizo pública su ira a través de su cuenta de Facebook. Una ira armada, bien podría decirse, contra su cuñado Mujica y su antiguo camarada Fernández Huidobro.

María no soporta más. Está que arde. Y, como está que arde, arremete sin piedad ni miramientos contra el ex presidente de la República y el ministro de Defensa. Utiliza para eso algo que escribió otro antiguo guerrillero, Miguel Ángel Olivera.

Olivera fue duro con sus viejos compañeros. No quiere nada con los militares. A María le gustó y entonces lo puso en su Facebook.

“De querusa la merluza: a escondidas, calladitos, por la espalda y a traición. Usaron el gobierno para esta basura de decisiones cobardes, entreguistas y claudicantes. ¡Im-per-do-na-ble! En nombre de nosotros, ¡no!”, dice el texto reproducido por María.

Y, dirigiéndose a Mujica y a Fernández Huidobro, les espeta: “A los que se rindieron, a las piltrafas que firmaron el ‘decreto', ‘saquen sus sucias manos de la lanza del indio porque esa lanza es nuestra'”. Y amenaza: “En un arma de aquellas que nunca cayeron, que no van a ser parte de la infame escultura, me costaba meter en la recámara una bala que guardo como penúltima; una que tiene estampada en el blindaje de la munición la palabra ‘traidores'…ya no lo dudo más: se la ganaron. ¡Mala suerte! Ni olvido ni perdón. Corro el cerrojo…”.

Después los insulta como pocas veces se ha visto. Sobre todo, teniendo en cuenta el parentesco familiar, la historia de sangre en común y hasta el documental alemán de hace solo 19 años, donde todos aparecían hermanados.

Les dice “setentones”, “octogenarios”, “alcohólicos hechos mierda”, “decrépitos”, “sepultureros de la dignidad y de los principismos”, “esquizodicotómicos”, “desvergonzados”, “amnésicos”, “maniobreros del eufemismo”, “transformistas del lenguaje”, “analfabetos de la buena letra”, “declarantes confesos de miserias éticas”, “claudicantes”, “timoratos”, “murgueros de una murga fuera de concurso”, “parodistas de coro destemplado”, “caretas”, “mascaritas”, “disfrazados”, “tristes mangueros del vintén p'al judas”, “fugitivos del pasado que les pisa los talones”, “vergüenza nacional”, “arreadores de banderas gloriosas”, “renunciantes”, “renegados”, “descoloridos”, “desvaídos”, “tresmonitos cobárdicos reciclados”, “burócratas”, “mandaderos de propinas y contratos y viáticos”, “pinches de cuarta siseñóricos”, “taimados gatopardios”, “lipoaspirados políticos”, “malínchicos”, “genuflexos”, “lobotomizados de clase”, “descerebrados ideológicos”, “entreguistas capaces de entregar todo: espacio aéreo, mares, soberanía, costas, subsuelo del país, calles, ramblas, hoteles, anchorenas, aeropuertos y hasta las llaves de la ciudad”, “tragadores de sapos y culebras y cocodrilos y afganistanes irakes y guantánamos y bases militares aquí nomás en Santa Catalina”, “travestis del discurso”, “eunucos de la acción”, “limosneros locuaces de mendrugos”, “mercachifles baratos”, “mendigos pordioseros”, “vendedores lastimeros”, “mercaderes de templos”, “vendedores de carne de cañón para el Congo y Haití”.

Pero enseguida vuelve al decreto para la construcción de la escultura con las armas fundidas de ex guerrilleros y de viejos militares. “Este decreto inmundo”, dice, “es la peor ortibeada conocida”. “Ortiba” es, en lunfardo, equivalente a alcahuete, loro, batidor. Agrega que ni siquiera a Héctor Amodio Pérez, señalado por los tupamaros como el mayor traidor que tuvo el movimiento guerrillero, se le hubiera ocurrido algo parecido. “Ahí están sus firmitas seniles y emboscadas para matar por la espalda a la memoria”. Y cierra con rima: “tristes comandantes de derrotas: ¿compañeros? ¡Las pelotas!”.

Junto con el escrito, María publica una fotografía con dos fusiles. “Estas (armas) no se funden. Son expropiadas de la Aduana de Bella Unión y no se funden. En nombre de nosotros, ¡no!”.

El decreto de Mujica y Fernández Huidobro, que era desconocido hasta hace 10 días por el presidente Tabaré Vázquez, ha sido castigado duramente desde la izquierda y desde la derecha. Y ha sido apoyado calurosamente desde la izquierda y desde la derecha.

Pero cualquiera sea la opinión que se tenga sobre el decreto que tanto enojó a la iracunda María, de acuerdo con la más reciente jurisprudencia debería haber algún fiscal que, de oficio, la llamara al orden.

El 25 de mayo, el general Wile Purtscher fue condenado a pagar una multa de $ 160.000 por haber incurrido en el delito de “amenaza”. La jueza María Helena Mainard así lo dispuso, luego de que el fiscal Ariel Cancela decidiera iniciar un proceso de oficio a raíz de unas palabras muy fuertes que Purtscher escribió en una carta que envió a Búsqueda en enero pasado. “Ahora soy yo el que quiero venganza”, escribió el militar retirado, indignado por la muerte en prisión de su camarada Miguel Dalmao, quien había sido procesado por el asesinato en 1974 de la militante comunista Nibia Sabalsagaray. La venganza, dijo Purtscher, “llegará por algún medio. También sabremos esperar, también seguiremos esperando para demostrar el prevaricato que han cometido (un juez y una fiscal) en el juicio al general (Dalmao). Mi amigo descansa ahora en paz, pero aquellos que fueron contra él, que no duerman en paz, porque recuerden que mientras exista un amigo del general, al igual que ustedes lo hicieron, persiguiéndolos estaremos”.

La jueza Mainard dictaminó que Purtscher aludió “sin lugar a dudas a personas físicas que integran un determinado colectivo, grupo, aquellos que intervinieron en el proceso seguido al general Miguel Dalmao”.

Pues bien: María Topolansky, que sabe “pormenorizadamente” cómo y por qué ejecutar gente, ha puesto el ojo en un ex presidente y en un ministro. No se sabe si, como dice el refrán, “donde pone el ojo, pone la bala”. Pero balas ha disparado y rifles ha manipulado. Robados y no devueltos.

¿Habrá algún fiscal que, igual que Cancela, inicie un procedimiento de oficio sobre la posición de María, quien “sin lugar a dudas” aludió “a personas físicas que integran un determinado colectivo”; en este caso, dos de los principales jerarcas del anterior gobierno? ¿O los procedimientos de oficio para preservar la integridad de las personas solo están reservados para cuando las amenazas son proferidas por militares?
No es este, por cierto, un conflicto familiar. Pero, ¿Lucía habrá hablado con María? ¿Estará de acuerdo con su hermana melliza? ¿O, después de todos esos insultos y amenazas contra su esposo, ya no se dirigen la palabra?

Misterios insondables de un pasado que es, irremediablemente, un monumental presente.

Fuente: http://www.busqueda.com.uy/mailing/notas/1818/col-paolillo/

 
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